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gusto, que pudiese fijarse en todos los primores que encerraba aque! adoratorio secreto donde había penctrado más de una vez la mirada enamorada de Eduardo, al través de las tenues neblinas de batista y tul que cubrían los cristales. Pero al mismo tiempo, Victorica tenía muy buenos ojos para dejar de ver que cuanto allí había, estaba descubriendo el poco amor de los dueños de aquella casa á la santa causa de la federación.

Pe de Tapices, colgaduras, porcelanas, todo se presentaba á los ojos del jefo de policía con los colores blanco y celeste, blanco y azul, celeste ó azul solamente. Y las pobladas cejas del intransigenbe federal empezaban á juntarse y endurecerse.

—Bien puede ser que aquí no haya nadie oculto, corno me lo asegura Mariño; pero & lo menos no será porque en esta casa no haya unitarios— se decía á sí mismo.

Pasó luego al tocador de Amalia, y sus ojos quedaron deslumbrados con la magnificencia que se le presentaba.

—A ver, niña, abre esos roperos—dijo á Luisa.

Y qué va usted á ver en los roperos de la soñora? preguntó la pequeña Luisa alzando su linda cabeza y mirando cara á cara á Victorica?

—¡Hola! Abre esos roperos te he dicho.

Pues es curiosidad! Vaya, ya están abiertos dijo Luisa abriendo las puertas de los guardarropas con una prontitud y una acción do enojo, que hubiera hecho scareir á otro cualquiera que no fuese el adusto personaje que la miraba.

—Bien, ciérralos.

Quicre usted ver si hay alguien escondido en los bebedores de los pájaros?—dijo Luisa señalando las jaulas doradas de los jilgueros.