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na desagradable, cuando sintió parar varios caballos en la puerta de la quinta. Y esto sucedió, cinco ó seis minutos después de la partida de Formin; inucho antes, pues, de lo que Amalia crcía.

Mujer sola, rodeada de peligros que se extendían desde ella hasta el ser amado de su corazón, la Naturaleza se expresó en ella con sinceridad: pálida y débil, se echó on un sillón, haciendo csfuerzos, sin embargo, para sobreponerse á sí ismawww Don Bernardo Victorica, un comisario de policía y Nicolás Mariño se presentaron en la sala, introducidos por Pedio.

Victorica, ese hombre aborrecido y temido de todus los que en Buenos Aires to participaban de la degradación de la épocn, cra, sin embargo, menos malo de lo que generalmente se creía. Y sin faltar jamás á la severidad que le prescribían las órdones del dictador, se portaba, toda vez que podíahacerlo sin compromsterse, con cierta civilidad, con una especie de semitolerancia, que hubiera sido un delito á los ojos de Rosas, pero que era empleada por el jefe de policía, especialmente cuando tenía que ejercer sus funciones sobre personas á quienes creía comprometidas por alguna delación interesada, ó por el excesivo rigorismo del Gobierno. (1) (1) Crando en 1880 reaibi, en la carcal y en los grillos de Rosas, el bantiemeo civico, destinada por él á talas his argentinos que se negaban á prostituirse en el lupanar de sangre y vicios en que se revoluabas ana binigas, dan Bornardo Victorien ned para corinigo ciertas atonciones que estaban absolutamente probibidas.

Solo, sumido en un calabozo donde apenas entraba la luz del dia por una pequeña elaraboya, yo no elvidaré runca el placer