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AMALIA EN PRESENCIA DE LA POLICÍA

Daniel llegó á su casa, montó en su soberbio alazán, partió á gran galope para Barracas, tomando las peores calles de la ciudad para no encontrar obstáculos de tránsito que le detuviesen, pues los del terreno los salvaba, siempre sin dificultad el superior caballo que montaba; pero todo era inútil porque iba a llegar tarde á la quinta.

Cuando, á las nueve de la mañana, Daniel había dejado á su prima para dirigirse á la ciudad, había dado orden á Fermín que lo esperase en Barracas, designándole las casas en que lo encontryría, en caso que ocurriese alguna novedad.

Una ocurrió, en efecto. Poco ralo después de su partida llegó á la quinta una carta para Amela, en que se le anunciaba una visita de la policía, y la joven mandó dar aviso á Daniel de este suceso, por cuanto ella desconfiaba de su prudencia en presencia del insulto que iba á hacerse en su casa.

Pasó inmediatamente al cuarto que ocupaba Eduardo. Tomó de sobre una mesa algunas traducciones del inglés, en que solía entretenerse el joven, y convencida de que no había un solo objeto que pudiese revelar en ese aposento lo que probablemente venía á buscar la policía, volvió á la sala, echó los papeles á la chimenea, y se paseaba con esa inquietud natural en los que esperun de un momento á otro ser actores en una esce-