—Fué de distinta opinión.
Opinaba él quedarse?
—No; trató de demostrar á don Felipe, al señor ministro quise decir, que lo más prudente ora no esperar a que el Gobernador se embarcase, en el caso de que la situación se fucra haciendo más peligrosa. Pero á lo último, continuaron hablando tan despacio, que no pude oir más.
Sin embargo, es preciso que otra vez tenga usted los oídos más abiertos.
—¿Estás incomodado, mi querido y estimado Daniel?
—No, señor, no. Pero, así como yo lo lleno á usted de garantías presentes y futuras, quiero de usted circunspección y servicios activos.
( —Cuanto yo pueda, Daniel. Pero crees que corro peligro actualmente?
—Ninguno.
Eduardo, estará muchos días aqui?
—¿Tiene usted una completa confianza en Nicolasa?
—Como en mí mismo. Odia á toda esa gente desde que le mataron á su hijo, á su buen, á su leal, á su tierno hijo; y desde que ha sospechado que Eduardo está escondido, le sirve con más prolijidad que á mí, con más csmero, 'con puntualidad, con...
—Vamos á ver á Eduardo, señor don Cándido.
—Vamos, mi querido y estimado Daniel; está en mi gabinete.