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toda su respetabilísima familia, y hasta sus criades, debo ser por fuerza, por necesidad, circuns pecto y leal á mis deberes oficiales? ¿Te parece?...

Hin —Me parece que usted ha perdido el juicio, señor don Cándido, y como yo no quiero perder el mío, ni perder mi tiempo, bucno será que demos por concluida nuestra conferencia y me permita usted pasar á ver á Eduardo.

Pero, hasta cuándo va á estar en mi casa?

Hasta que Dios quiera.

—Pero eso no puede ser.

—Eso será, sin embargo.

Daniel!

—Señor don Cándido, mi distinguido maestro, recapitulomos cr dos palabras la posición de todos.

—Si, recapitulemos.

—Oigame usted: para evitar los peligros que la federación le pudiera hacer correrá usted en la época actual, lo he colocado de secretario privado del señor Arana, ¿no es cierto?

—Exactamente.

—Bicn, pues; el señor Arana y todos sus secretarios, es muy probable que sean colgados de un día á otro, no por orden de las autoridades, sino por orden del pueblo que puede levantarse contra Rosas de un momento á otro.

—Oh!—exclamó don Cándido, abriendo lamaños ojos.

—Colgados, si, señor—repitió Daniel.

Los secretarios también?

—También.

Sin ser por equivocación?

Sin ser por equivocación.

Es espantosol Los secretarios junto con el ministro.