Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/20

Esta página no ha sido corregida
— 16 —

>cional, ni más conveniente, dicha en general, »aplicada á cualquier otro pueblo de la tierra en »iguales circunstancias que el nuestro. Pero ncsxotros los argentinos, señores, representamos una »excepción bien práctica respecto de lo que nos ocu»pa. Vamos & verlo; »El señor Bello ha dicho que tres ó cuatrocien»tos hombres serían bastantes para concluir con »Rosas en la ciudad. Yo quiero creer que es bas>tante ese número; quiero más: quiero creer que >están en Buenos Aires todavía todos los hombres >de nuestra generación que han emigrado; más »aún, todos los emigrados unitarios del año 29 y 30, »y que somos dos, tres, cuatro mil hombres enemi»gos de Rosas. ¿Pero, sabéis, acñores, lo que esta »oifre representa en Buenos Airos? Representa un »hombre.

»Un partido no es poderoso por ci número de »sus hombres, sino por la asociación que lo hace »compacto. Un millón de hombres individualiza»dos no valen más, señores, que dos ó tres hom»bres asociados por las ideas, por la voluntad y »por el brazo.

»Estúdiese como se quiera la filosofía de la dia.

»tadura de Rosas, y se averiguará que la causa »de aquélla está en la individualización de los »ciudadanos. Rosas no es dictador de un pueblo; »esto es demasiado vulgar para que tenga cabida »en hombres como nosotros: Rosas tiraniza á ca»da familia en su casa, á cada individuo en su apo»sento; y para tal prodigio no necesita, por cierto, »sino un par de docenas de asesinos.

»Sociedades pequeñas, sin clases, sin jerar»quias; sin prestigio, en ellas, la virtud, la ciencia »y el patriotismo; ignorantes a la vez que vanas,