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—Tas guerras nuestras, diga usted.

—Pues, las guerras americanas.

—No, las guerras argentinas.

—Pucs, las guerras argentinas.

Esas requieren hombres como yo.

—Indudablemente.

4 —Si yo venzo á Lavalle aquí, mne río de todo el resto de la República.

Vuestra Excelencia sabe que el general Paz ha marchado para Conientes?

—No ve? no vo si son zonzos los unitarios?

—Cierto, el general Paz no hará nada.

—No, no es que no hará nada. Puede hacer milcho. Son zonzos por otra cosa. Son zonzos porque uno se va por un lado, otro se va por otro, y están todos divididos y peleados, en vez de juntarse todos y venirse encima, como lo ha hecho Lavallé.

—Es la Providenica, Excelentísimo Señor.

—O el Diablo. Pero usted quiso decirme algo de las provincias.

Es verdad, Excelentísimo Señor.

Y qué hay?

Vuestra Excelencia no puede perder su tiempo en esas cosas.

—¿Pero en qué cosas, señor Mandeville?

Vuestra Excelencia uo ha tenido noticias de Lamadrid, ni de Brizuela?

—Son viejas los que tengo.

—Yo he recibido algunas por Montevideo.

¿ ¿Cuándo?

—Anoche.

Y viene usted á las doce del dia é dccírmelo?

—No, señor. Son las dicz.

—Bueno, las diez.

—Yo siempre soy perezoso para lo que no tiene