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que los Gobiernos y sus ministros cumplan lo que prometen.

—Sin duda.

    • —¿Sin duda? Pues su Gobierno de usted, y ustedy su Gobierno, no han hecho sino mentir y comprometer mi causa.

Oh, Excelentísimo Señor, eso es muy fuerte!

—Eso es lo que usted merece, señor Mandeville.

—¿Yo?

—Sí, señor, usted. Hace año y medio que me está usted prometiendo, á nombre de su Gobierno, mediar ó intervenir en esta maldita cuestión de los franceses. Y es su Gobierno, ó usted, el que me ha engañado.

Excelentísimo Señor, yo he mostrado á Vuestra Excelencia los oficios originales de mi Gobierno.

—Entonces, será su Gobierno quien ha mentido.

Lo cierto es que ustedes no han hecho un diablo por ini causa; y que por culpa de los franceses, hoy está Lavalle á veinte leguas de aquí, y toda la República en armas contra mi Gobierno.

—¡Oh, cs inaudita la conducta de los franceses !

—No sea usted zonzo. Los franceses hacen lo que deben, porque están en guerra conmigo. Son ustedes, los ingleses, los que me han hecho traición. Para qué son enemigos de los franceses?

¿Para qué tienen tanto barco y tanta plata, si cuando llega el caso de proteger á un amigo, les tienen miedo?

—Miedo, no, Excelentísimo Señor; es que la conveniencia de la paz europea, los principios del equilibrio continental...

¡Qué equilibrio, ni qué diablos! Usted y sus paisanos pierden a menudo el equilibrio, y nadie