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Oh, no, por Dios!

Si, Amalia, sí. Si se aprovecha la impresión de este momento, y la ciudad es invadida por cualquier punto de ella, Rosas no sale á la campaña á ponerse al frente de las pocas fuerzas que lo sostienen. No: si la ciudad es atacada, Rosas se embarca y huye. Pero si el general Lavalle se demora en operaciones en la campaña, entonces la suerte puede serle adversa. ¿Quieres oir unos fragmeutos de la orden del ejército?

—Sí, sí—exclamó Amalia, llena de entusiasmo.

Daniel sacó un papel de su cartera y leyó:

Cuartel general de San Pedro.

»El ejército va á decidir en estos días la suerto »de todos los pueblos de la República; va á resol»ver el gran problema de la libertad de veinte pue»blos, cuyas ansiosas miradas se dirigen á las lan»zas de sus bravos soldados.

»El general en jefe exhorta á todos los jefes, ofi»ciales y soldados del ejército, para que se pene»tren de la importancia y gloriosa misión »llamados á cumplir en su patria..que están »Señores jefes, oficiales y soldados del ejército »libertador: en estos días sc va á docidir la suerto »de la República. Dentro de poco nos veremos ben»decidos por seiscientos mil argentinos, y cubiertos »de gloria, ó moriremos en los cadalsos del tirano, »ó arrastraremos una vida infeliz en países ex»tranjeros, mientras la rabia del déspota se »satisface con nuestros padres, esposas é hijos.

»Elegid, mis bravos compañeros. Media hora de »coraje es bastante para la gloria y felicidad de la >República.

»En la próxima batalla, el enemigo nos presen-