Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/186

Esta página no ha sido corregida
— 182 —

No: estoy contento... óyeme bien lo que voy á decirte.

—Te oigo.

—Bien; pero antes, Luisa, dí al criado de Eduardo que ya que no está su amo, yo tomaré por él una taza de té.

—Te lo repito, estás insufrible — dijo Amalia, después de haber salido Luisa.

Ya lo sé; pero te decía que estaba contento, y quedé en explicerte el por qué, no es así?

No sé—dijo Amalia con un gesto del mal humor.

—Pues bien: estoy contento, primero, porque Eduardo está escondido en una buena casa; y segundo, porque Lavalle asté á la vista y paciencia de todo el mundo, en la buena villa de San Pedro.

Yal—exclamó Amalia, radiantes sus ojos de alegría, y tomando entre las suyas la mano de su primo.

—SI , ya. Ya he pisado la provincia de Buenos Aires el ejército libertador. Está á treinta leguas solamente del tirano, y me parece que éste es un asunto bien importante para no llamar la atención de nuestro Restaurador.

—¡Ah, pero vamos á estar libres entonces—exclamó Amalia sacudiendo la mano de su primo.

— Oh, Dios mío!

—¡Quién sabe, hija mía, quién sabe I Eso dependerá del modo cómo se opere.

Pensar que dentro de pocos días ya no hay peligros para Eduardo! Es verdad, Daniel, que dentro de tres días puede estar Lavalle en Buenos Aires?

—No, no tan pronto. Pero puede estarlo dentro de ocho días, dentro de seis. Pero puede también no estar nunca, Amalia mia.