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»la voluntad de aquel hombre, es necesario, en»tonces, extinguir con el hombre el prestigio, la »máquina y la voluntad.

D »Contad los hombres patriotas que han salido »de Buenos Aires; calculad los que habrán de sa»lir en adelante, si no ponemos un dique á ese tor»rrente de emigración, y decidme luego si ese nú»mero de hombres no es suficiente para cooperar »en la ciudad á la revolución que traigan á la pro»>vincia las armas del general Lavalle, ó las armas »de la coalición de Cuyo.

»La emigración deja en poder de las mujeres, »de los cobardes y de los mazorqueros, la ciudad »de Buenos Aires, es decir, señores, el punto cón»trico de donde parten los rayos del poder de »Rosas.

» Tres ó cuatrocientos hombres aseguran acaso »el triunfo del general Lavalle, alistados en las zilas de su ejército? Pues, bien, señores, tres ó »cuatrocientos hombres de corazón son bastantes >para levantar la ciudad y colgar de los faroles de »las callos á Rosas y su Mazorca el día que los »aturda la noticia de la aproximación de cualquie»ra de los ejércitos libertadores.

>No podemos reconquistar á los que se han ido; »pero á lo menos paremos el curso de esa copiosa »emigración que a á buscar lejos una libertad »que puede encontrarla á su lado, cuando alce su »brazo armado sobre la cabeza del tirano.

> Hay peligros en permanecer en Buenos Aires?

»¿Habrá peligros y sangre el día que demos el pri»ner grito de libertad? Pero señores, no hay pe»ligros y sangre en los ejércitos? No hay miseria »y humillación en el destierro?

>Creedme, amigos míos; yo estoy más cerca de