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tos y chispearé á sus golpes, porque, si ellos son de accro, yo soy de pedernal—dijo, y, como sacudiendo las impresiones nuevas que lo asaltahan, dió riendas & su brioso corcel en dirección a la quinta, y en medio de una de esas noches frías, nebulosas, en que las nubes parecen tener algo de fatídico que impresiona al espíritu.

Pero al llegar al camino que viene de la Boca á Santa Lucía, vió doblar hacia la calle Larga seis hombres que la enfilaron á todo el galope de sus caballos.

— Un presentimiento secreto pareció anunciarle que aquellos hombres tenían algo de relación con sus asuntos; y por una combinación de su pensamiento, viva como la luz, tiró de la rienda de su caballo y los dejó pasar en el momento de enfrentarse con ellos. Pero apenas se habían adelantado cincuenta pasos, volvió á tomar el galopo, llevándolos siempre á esa distancia.

Y era de ver y de admirar, en medio de la solitaria calle Larga, y bajo el manto obscuro de la noche, de improviso alumbrada de vez en cuando por algún súbito relámpago, á aquel joven, sin más rantía que sus pistolas, corriendo á disputar quizá una víctima al poderoso asesino que la federación tenía á su frente y los federalistas sobre su espalda.

Ah! no me engañé— exclamó al ver á los seis jinetes detener sus caballos á la puerta de Amalia, desmontarse y dar fuertes golpes en ella con el llainador y con el cabo de los rebenques..

Aún no habían tenido tiempo de repetir los golpes, cuando Daniel pasó por entre el grupo de caballos, y con voz entera y resuelta, preguntó:

¿Qué hay, señores ?.....