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Bien hecho! hacen un ruido las malditas banderas! y después de eso, los muchachos; Eduardita casi se cayó hoy de la azotea por querer subir hasta una bandera.

—Oh, esta vasu no está tan lejos—dijo doña María Josefa.

—Pero como las del teatro, no hay ningunas; ha ido usted al teatro, doña Maria Josefa?

—No, Florencita, yo no voy al teatro.—Pero he sabido que ha habido mucho entusiasmo; ha estado usted, señor Belgrano?

—Pues mire usted, el día que yo vaya, por fuerza la voy á buscar á usted, y hemos de ir, ¿no es verdad?

No to incomodes, niña, yo no voy al teatro—jesta casa está retirada!

contestó la vieja, con un gesto de mal humor al ver que nadie, y especialmente Florencia, la dejaba conversar con Eduardo.

—El teatro es el centro más á propósito para expresar el entusiasmo de los pueblos—dijo Danicl..

—Sí, pero con tanta griteria, no dejen oir la inúsica—agregó Agustina.

—Fse grita es la más bella música de nuestra santa cansa—dijo Daniel, con una cara la más scria del mundo.

—Cabal, eso es hablar—dijo la vieja.

—Florencia, ¿por qué no foca usted el—piano un momento?

Ha tenido usted una buena idea, Amalia. Florencia, vé á tocar el piano.

—Bien, mamá. ¿Qué le gusta á usted, doña Josefa?

—Cualquier cosa.