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Wilt aren 162No, no tiene celor de enfermedad—repuso la vieja, tiene calor de entusiasmo. ¿No saben ustedes que hace tres días se está festejando la derrota de los inmundos unitarios en Entre Ríos? Pues no hay un solo federal que no lo sepa.

—Precisamente hablábamos de eso cuando ustedes entraron—dijo Daniel; ha sido una torrible batalla.

En que bien la han pagado!

—Oh ! de eso yo le respondo á usted—dijo Daniel.

—Y yo también agregó Eduardo;—y si no huhiera sido que la noche ora tau obscura...

— Cómo la noche? Si la batalla fué de día, senor Belgrano—observó doña María Josefa.

—Eso es; fué de día, pero quiso decir mi amigo que si no hubiera sido la noche, no se escapa ninguno.

— Ah! por supuesto. Y ha asistido usted á algunas de las fiestas, señor Belgrano?

—Hemos paseado juntos las calles admirando la embanderación contestó Daniel, que temblaba de que Eduardo hablase.

—¡Y qué lindas banderas hay! ¿De dónde sacarán tantes, scñora ?—dijo la picarucla de Florencia, dirigiéndose & doña Maria Josefa.

—Las compran, niña, ó las hacen las buenas fe cerales.

—Sí, pues yo soy una buena federal, y me guardaré muy bien de emplear mis manos en eso. Cuando Mansilla me lo pidió el año pasado, se las mandé pedir prestadas al señor Mandeville, y desde entonces las tengo, y son las que uso; ni se las vuelvo más. Y usted ha puesto, Amalia?

¿ —No, Agustina; ¡esta casa está retirada