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na de sus visitas todavía. Amalia no buscaba esta relación, la disgustaba al principio, poro últimamente había conocido que Agustina era una mujer inofensiva, cuya amistad en nada la comprometía, en tanto que Agustina la divertia al mismo tiempo que le daba ocasión para admirar una ohra casi perfecta de la Naturaleza, porque el sentimiento de lo bello ara el más desenvuelto en el espíritu de Amalia.

Para el carácter circunspecto de Amalia era una diversión ver á Agustina revolviéndole las cómodas, sacando y mirando coso por cosa de quantas allí había, y exigiéndole la historia de cada una, desde su fábrica hasta su precio; poniéndose en seguida cuanta capa, cuanto chal, cuanto encaje, cuanto chiche y cuanta alhaja guardaba en sus gavetas la bella tucumana, y pasando luego á mirarse y contouearse en los grandes espejus del tocador; siendo para Amalis una verdadera curiosidad ver á aquella mujer tan linda de fisonomía y de formas, entregada como una niña de ocho años, á los placeres más pueriles y ajenos de su edad, pues que Agustina era tres ó ouatro años mayor que Amalia. Sin embargo, esto la divertía, y sin la minima violencia la regalaba lo que más veía que había llamado su atención. En cambio de todo esto, Agustina había enviado á Amalia un enorme gallo de porcelana. Pero, á los tres días de habérselo regalado, le escribió pidiéndoselo bajo pretexto de que no se hallaba sin él.

En cuanto a los acontecimientos políticos, hasta el 16 de julio en que tuvo lugar la batalla de Sauce Grande, no se había alterado la situación pública situación de espectativa pars, Rosas, deinacción en Entre Ríos, de preparativos lentos en