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tome, y que allí se están hasta que viene la noche, y...

—¿Y qué?—dijo Mariño ardiéndole la sangre é inyectados de ella sus oblicuos ojos.

Y que...

—Prosiga usted, señora.

—Pues viene la noche y....

—Y?

—Y que después ya no los vc más—dijo dona Maria Josefa con una expresión de un contento indefinible.

—Bien—dijo Mariño, pero hasta ahora no sacamos en limpio sino que en esa casa hay un hombre, y eso es lo mismo que yo dije á usted hace quince días.

—Eso de que nada sacamos eu limpio, no es del todo cierto. Hace quince días que usted descaba saber algo de esa casa y quién era ese hombre; usted sólo era el interesado, pero desde ayer el asunto es de los dos, la mitad mía y la mitad de usted.

Desde ayer, y por qué?

—Porque desde ayer he tomado varios informesy se me ha fijado una idea en la cabeza: no sé por qué me parece que voy a dar con cierto pájaro; en fin, este es un asunto mío, y por mí, por mi sola, lo he de saber pronto.

—Pero más que saber quién es ese hombre, me interesa saber qué especie de relación tiene con la viuda, y éste es el servicio que yo espero de usted; porque es preciso que usted sepa que esa casa es un convento; no se ven jamás ni las puertas ni las ventanas abiertas, y para mayor misterio, los criados parecen mudos. En tres semanas no han entrado en ella más personas que la joven