Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/144

Esta página no ha sido corregida
— 140 —

—Pero una broma que me cuesta oaro, pues mi mujer me saca los ojos.

Bah!

—No, no. Bah! la cosa es seria.

¡Qué !

—Muy seria.

—No diga eso.

—Sí, lo repito; muy seria, porque no tenía usted para qué dar este disgusto á mí señora, ni á mí.

Qué! mire usted... qué ocurrencia Mariño!... como ella lo había de saber por otro conducto, yo le dije que á usted le parecía muy buena moza la viuda de Barracas, pero nada más; ¡qué ocurrencial ¿cómo cree usted que había de querer yo indisponerlos?

—Bien, ya el mal está hecho y olvidémoslodijo Mariño revolviendo los ojos, proponiéndose secar partido de la traición de osa mujer, para quien no había talos hombres ni mujeres unitarias en el mundo, sino hombres y mujeres á quienes queria hacer mal.

—Bueno, suponga usted que esté hecho el mal, Mariño, pero también es preciso que usted sepa que ya está hecho el bien.

Cómo?

Toma! ¿Qué me dijo usted?

—Dije á usted que me intercsaba saber algo sobre la tal scñora que vive en Barracas, qué especie de vida ero la suyo, quién la visitaba, y, sobre todo, quién era un hombre que vivía con ella y que parecía estar oculto, porque no salía á la calle ni se asomaba siquiera á las ventanas, y dije á usted también que yo no tenía en todo esto sino un interés político; es decir, un interés de nuestra causa.