Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/141

Esta página no ha sido corregida
— 137 —

biendo oblaciones de los primeros, y atando á los segundos al yugo de su servicio personal por 828 esclavitud que la prostitución se labra á sí misma desde el momento en que se descubre á los ojos de su superior; ya llegaba el momento, decíamos, de salir de su casa, cuando entró muy familiarmente en ella el comandante Mariño, reductor de la Gaceta Mercantil, vasto albañul por donde pasaban todas las inmundicias de la dictadura y do su partido; pasquín diario donde se difamaba individualmente, hasta en lo más recóndito de la vida privada, á cuanto, hombre se había pronunciado contra la tiranía de Rosas; inventando les más torpes calumnias hasta sobre los hombres jóvenes que no tenían un solo antecedente público en su vida.

La dueña de la casa no hizo esperar mucho tiempo á su digna visita, y salió á la sala & recibirla diciéndolo:

—Sólo á usted lo recibo, porque ya me iba á casa de Juan Manuel; y empiezo por decirle que estoy muy enojada.

—Yo tambiér—le contestó Mariño, sentándose en el sofá de la sala, al lado de ella.

—Sí, pero usted no ha de tener los motivos que yo.

—También lo creo; empiece usted por los supos, que yo después explicaré los míos le contestó el redactor, homore á quien la Naturaleza había tenido el capricho de envolverle el alma entre un volo negrísimo, tejido con las peores fibras de que brotan las malas pasiones en las degeneraciones de la raza humana, al mismo tiempo que salpicándole la inteligencia con algunas brillantes chispas de imaginación y de talento.