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zos de comunidad, y dejando una sociedad de individuos aislados para ejercer sobre ellos su bárbaro poder.

La fortuna quiso también que ese hombre funesto encontrass en su familia caracteres á propósito para ayudarle en su diabólico plan. Y entre ellos, el de doña María Josefa Ezcurra era un venero inagotable de recursos para la facilitación do sus fines.

La historia, más que nosotros, sabrá pintar á esa mujer y á otras personas de la familia del tirano con las tintas convenientes para hacer resaltar toda la deformidad de su corazón, de sus hábitos y de sus obras.

VII

LA PAREJA

Ya doña María Josefa, Ezcurra se disponía para bacer á su Juan Manuel la segunda visita de las tres que le hacía diariamente, y de las cuales mucho era que consiguiesc hablarle una sola, contentándose con haber estado en las piezas interiores de la casa y poder salir de ellas aparentando que dejaba el gabinete de Su Excelencia, & los ojos de los servidores de segundo orden que cuajaban en el zaguán del patio, haciéndose ante ellos, por esa ficción grosera, la gente intermediaria y nacesarin á los infelices que tenían algo que suplicar, á á los plearos que tenían algo que contar; reci-