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Ah! Sí, señora, ya entiendo.

— Pucs !

—Yo creo que ha de entrar desde temprano.

—No; ei entra en las piezas de ella, ha de ser tarde, y ha de salir antes que venga el día.

—Yo los he de espiar, sí, sefiors.

Cuidado con no hacerlo!

—Sí, lo he de hacer.

Y qué más has visto cn csa casa?

—Ya le dije ayer & Su Merced todo lo que había visto. Va casi siempre un mozo que dicen que es primo de la unitaria; y estos meses pasados iba casi todos los días el médico Alcorta, y por eso le dije á Su Merced que allí había algún enfermo.

Y recuerdas algo más que me hayas dicho Ah sí, señora: le dije á Su Morced que el enfermo debía ser el mozo que anda cortando flores, porque al principio yo lo veía cojear mucho.

Youándo es el principio? ¿qué meses hará ayer?

de eso?

—Hará cerca de dos meses, señora; después ya no cojea, y ya no va el médico; ahora pasea horas enteras con doña Amalia, sin cojear.

Sin cojear, eh?—dijo la vieja con la expresión más cínica en su fisonomía.

—Sí, señora, está bueno ya.

—Bien: es necesario que espíes bien cuanto pasa en esta casa, y que me lo digas é mí, porque con eso haces un gran servicio á la causa, que es la causa de ustedes, los pobres, porque en la federación no hay negros ni blancos, todos soincs iguales, lo entiendes?