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muchas verdades; les he pintado la situación de Rosas, y ellos me har dibujado la de sus euenigos. Ahora, Dios nos proteja, porque ospero muy poco de los hombres!

—Si, Dios nos proteja—dijo, después de algunos minutos de silencio, en que sus ojos habían estado extasiados en el firmamento, bordado con su luna y sus estrellas, y en que parecia que sus ideas habían tomado diferente rumbo en aquella alma espontánea, impetuosa, y al mismo tiempo tierna y sensible; y después de esa exclamación, continuó en el silencio de su pensamiento, reclineda su cabeza en la popa de la ballenera, y fijos jus ojos en la bóveda espléndida dei ciclo:—Dios, que es la Sabiduría y la Unidad del Universo, Dios, que sostiene pendientes de las hebras impalpables de su Voluntad soberana esos mundos espléndidos qua giran, como chispas de su inteligencia, en esa bóveda infinita y diáfana, que parece formada con el aliento de los ángeles.

¡Esos astros, eternos como la mirada que los ilumina, verán alguna vez sobre estas olas la realización de los bellos ensueños de mi monte! Si, El porvenir de la América está escrito en la obra de Dios mismo: es una magnífica y espléndida alegoría que ha revelado los destinos del Nuevo Mundo, el Gran Poeta de la Croación universal.

Esas inmensas praderas donde brota una flor de cada gota de rocío que cae en ellas.

Estos ríos, inmensos como el mar, que se cruzan como arterias del cuerpo gigantesco de la América, y refrescan por todas partes sus entrañas, abrasadas con el fuego de sus metales.

Esos espesos bosques, donde la salvaje orquesta