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Juzgué que el general Lavalle y la comisión at gentina obraban de acuerdo; y veo que cada uno marche, por donde puede: gano otro desengaño, y ya son cinco.

Malo! son muchas ganancias para que no me vuelva loco ó me lleve el diablo.

Clasifiquemos. El señor Martigny, hombre de talento, corazón francés, lleno de entusiasmo por nuestra causa, pero gira en el circulo estrecho de sus instrucciones y desconfía de su Gobierno.

El señor Agüero no ha hablado nada, y ne ha dicho mucho es poco flexible para la democracia, y demasiado serio para la libertad. Los años del destierro habrán pasado muy lentos por su corazón; pero los años del pueblo han pasado como un relámpago por su inteligencia, y no ha visto que otra generación se ha levantado en los catorce años que cuenta ya la caída de la presidencia.

El señor Varela, espíritu fecundo, activo, inteligencia de concepciones rápidas, corazón ingenuo y apasionado, vida colocada en los límites de dos generaciones totalmente diferentes en sus tendencias, y que de las miras de una y de otra podrá venir á ser el contemporizador algún día. Si él se separa de los principios de la nueva generación, scría necesario conquistarlo, porque su conquista sería un triunfo.

Veamos de otra manera: don Santiago Vázquez; no olvidaré jamás nuestra conversación de esta noche; es una gran cabeza; si la República Oriental llegase á poseer alguna vez media docena de hombres como ése, podría decir entonces que tenía cuanto le era necesario para constituir un gran todo, de tantos elementos que la Naturaleza