Página:Amalia - Tomo II (1909).pdf/112

Esta página no ha sido corregida
— 108 —

aquellas dos almas grandes y gencrosas, parecian querer aunarse para siempre en esc abrazo sincero, dado en medio de la vida, de la desgracia y de las esperanzas.

—Adiós, pues —dijo Varela;— nuestra correspondencia, siempre del mismo modo?

—Siempre. Adiós, adiós, señor doctor Agüero; hasta Buenos Aires!

—Adiós, señor Bello, hasta. Buenos Aires—repitió el adusto anciano apretando fuertemente la inano de Daniel, que pasó en seguida á la antesala acompañado de M. Martigny.

—¿Pero nosotros nos volveremos á ver?—dijo éste é Daniel, que tomaba su levitón, su capa de goma y sus pistolas.

—Tampoco, mi querido señor. Sabéis ya todo cuanto hay que saber de Buenos Aires en este momento. Conocéis ya el terreno; desenvolved, pues, vuestra política, según os lo aconsejen vuestra posición y vuestros nobles deseos. Mi correspondencia será ahora más prolija que antes.

—Sí, sí, por días, si es posible.

—No perderé ocasión. Tongo ahora que pediros un servicio.

—Pedid lo que queráis, amigo mio—dijo con prontitud el señor Martigny, —Que inañana me mandéis una carta de introducción para el señor don Santiago Vázquez.

La tendréis sin falta. ¿Adónde vais á parar?

A la fonda del Vapor, adonde tendréis labondad de darme un criado que me conduzca.

—Al momento.

Pero es necesario que prevengáis al señor Vázquez, á fin de que me espere solo & las ocho de la noche.