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tenéis un corazón muy noble y muy patriota, pero dejemos el corazón y recurramos a la inteligencia solamente: ella nos dice, señor, que cuanto os acabo de referir, no es otra cosa que una consecuencia de causas muy anteriores á Rosas, encarnadas en la sociedad en que hemos nacido, y á las cuales no prestaron atención nuestros primeros médicos políticos. Desvićmonos de esto, sin embargo, y decidme si, después de lo que acabadis de oir, podremos tener esperanzas de csa cooperación súbita del pueblo de Buenos Aires, cuando el general Lavalle haya desembarcado en la provincia? Yo ya he tenido el honor de decir mis ideas al señor Martigny á este respecto.

—Repetilmnelas, amigo mio—dijo el señor Varola.

—En bien pocas palabras, señor: Si el general Lavalle se distrac en el interior de la provincia, corre un gran riesgo su empresa; si se viene inmediatamente sobre la ciudad, si la ataca, si husca el combate & muerte con Rosas en las mismas calles de Buenos Aires, tiene entonces toda la probabilidad del triunfo: primero, porque Rosas no tiene un ejército de línea en la ciudad; segundo, porque la sorpresa y la presencia de los libertadores provocará la reacción pública desde que cada hombre ven, á no dudarlo, que allí está Lavalle y que no tiene, para reunirsele, cl peligro de la delación y del aislamiento. Y si esta operación puede ser combinada con un desembarco simultáneo de orientales y de argentinos emigrados, la probabilidad del triunfo asciende entonces al grado de certidumbre. Véd ahí mis ideas, señor, ved ahí el objeto principal de mi viaje:

revelaros la situación de nuestro país, desvancoc-