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que ignorase y le convinicse saber; y no se equiVOGÓ .

El señor Varela en cuya alma no había sino sinceridad y franqueza, dijo con una expresión de ingenuidad completa:

Cierto, mi querido, cierto; pero el general Lavalle obra por sí, por ef únicamente.

Daniel llevó su mano derecha á la frente, y cerrando sus ojos, se apretó dos ó tres veces las sicncs.

Varela, comprendió perfectamente lo que pasaba en aquel momento en el espíritu del joven, y se apresuró á decirle :

Cualquiera que sea el plan de campaña del general Lavalle en la provincia de Buenos Aires, su triunfo es infalible: no hallará resistencias, porque todo el mundo volará á su encuentro. El triunfo es nuestro, no lo dudéis; es posible concebir que todo el mundo no se levante contra Rosas, en la campaña y en la ciudad, en el primer momento que tengan el apoyo de nuestro ejército? Vos que llegáis de Buenos Aires, no credis que el pueblo cntero va á reventar entre sus brazos el poder de Rosas, no bien se haya sentido la aproximación del general Lavalle?

—No señor, no lo creo—contestó Daniel con una admirable seguridad.

El señor Agüero alzó la cabeza y miró á Daniel.

El señor Martigny miró á Varela, como diciendole:

—Contestad, señor.

—Pero lo que decís, señor Bello—respondió Varela algo serio, es incompatible con el patriotismo de nuestros compatriotas, y sobre todo, con