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al joven que se iba a entrar en una arriesgada polémica;—quise decir, señor, que no comprendo la deducción que se saca de los dos documentos que se acaban de leer.

—Es bien clara, sin ñor Agüeroembargo—respondió el se—Puede ser, soñor; pero repito que no la comprendo.

—Todo esto, mi querido Bello—dijo el señor Varela, apresurándose á tomar parte en la conversación, —nos hace creer, casi positivamente, que la batalla no ha sido ganada, ni por el uno ni por el otro; esto cuando menos.

Daniel se mordió los labios.

—Scñores—dijo,—poniéndose de pie y de espaldas contra la chimenea, sus manos á la espalda, y paseando sobre todos su mirada tranquila, pero brillante ;—señores, la batalla la ha perdido el general Lavalle. Yo no comprendo que importe menos que un triunfo para el general Echagne la retirada de nuestro ejército de las posiciones que ha ocupado por tanto tiempo, en el día mismo de la batalla. No queramos con argumentaciones destruir los hechos: evitemos medir los acontecimientos por los deseos que nos animan. Desgraciadamente, yo estoy convencido de lo contrario de ustedes; pero, convendré, si lo queréis, en que nuestras armas están vencedoras, tarto mejor, ¿Pero creéis, como yo, que la actualidad reclama la rápida invasión del general Lavalle sobre la provincia de Buenos Aires? Si lo creéis, señores, he aqui entonces lo único que debe ser hoy en cadia hora, en cada instante, el móvil privilegiado del pensamiento de todos: pensar la manera cómo muestras armas obtengan un próximo triunfo de