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Has sabido algo de Barracas?

—Si; todavía no han asaltado la casa, lo que es una cosa prodigiosa en tiempo de la santa causa de los federales.

—Ha cesado el espionaje?

—Hace tres noches que no va nadie, lo que también es raro entre los federales; yo he estado esta mañana. Todo está en el mismo orden en que lo hemos dejado hace quince días. He hecho poner una nueva llave á la verja; y tus fieles negros que cuidan la quinta, duermen mucho de día para vigilar de noche; y si alguien va, se hacen los dormidos, pero ven y oyen, que es lo que yo quiero.

¡Oh, mis viejos criados, yo los recompensaré alguna vez!

—Ayer los mandó llamar doña María Josefa; estuvieron con ella esta mañana temprano, pero los pobres no han podido decirle sino lo que saben; es decir, que no estás en la casa, y que ignoran dónde te ballas.

—Oh, qué mujer, qué mujer, Eduardo!

—No, no es de ella de quien debemos vengarCOS .

—Una cosa, sin embargo, conspira en nuestro favor.

—¿Cuál?

Cuál ?—preguntaron con prontitud.

La situación política. El ejército libertador está aún sobre la guardia de Luján, pero mañana 1. de septiembre, seguirá sus marchas; Rosas no puede prestar atención sino á los grandes peligros, y nadie se atrevería & importunarlo con chismografía individual; la persecución que se te hace, y la que continúa sobre Eduardo, es sim-