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Los Olivos, sobre una pequeña eminencia & la izquierda del camino, permiten contemplar el anchuroso rio, la diletada costa, y las altas barrancas de San Isidro. Pero lo que sobre ese paraje llamaba más la atención en 1840, era una pequeña, derruida y solitaria casa, aislada sobre la barranca que da al río, á la derecha del camino, propiedad antigua de la familia de Pelliza, pleiteada entonces por la de Canaveri, y que era conocida por el nombre de la «casa sola..» Abandonada después de algunos años, la casa amenazaba ruina por todas partes, y los vientos del Sudoeste que habían soplado tanto en el invierno de 1840, habrían casi completado su destrucción, si de improviso, y en el espacio de tres días no hubieran reparádola, y héchola casi de nuevo como por encanto, en toda la parte interior del edificio, dejándola sin ninguna compostura en todo su exterior.

¿Quién dirigía la obra? Quién mandaba hacerla? ¿Quién iba & habitar esa casa? Nadie lo sabia ni lo interrogaba, en momentos en que, federales y unitarios, todos tenian que pensar en asuntos muy serios y personales.

Pero el hecno fué que las paredes, antes derruidas, quedaron en tros das primorosamente empapeladas, asegurados los tirantes, allanado elpiso, nuevas las cerraduras de las puertas, y puestos los vidrics en todas las ventanas.

Y en aquella mansión, que todo el mundo conocia por el nombre de «casa sola,» habitada poco antes por algunas aves nocturnas, sobre cuyas cornisas abatidas resbalaban las poderosas alas de nuestros vientos de invierno, mientras que al pie de la barranca en que se levantaba, se quebraban