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ojos fijos en el suelo, y su mano jugando maquinalmente con su barbapudd —Mucho; primero estaba perplejo, indeciso, fluctuante; después se irritó y...

—Y miraría sucesivamente al señor don Felipe y usted durante esa perplejidad de que usted habla?

loco.

Sí, puso una cara que me parecía de un —(Dudaba... Es criminal y es ignorante, luego, es susceptible de superstición.) Qué estás hablando entre dientes, Daniel?

—Nada, estoy sonámbulo.

Y no es terrible?

—Doña Marcelina le ha dicho usted que el cura Gaete queda durmiendo la siesta?

—Sí.

Qué hora sería?

—De las tres y media á las cuatro.

—Son las cinco y cuarto—dijo Daniel mirando su reloj.

—Y que había comido con las sobrinas de doña Marcelina.

—Entonces ha bebido mucho—continuó Daniel como para sí mismo.

—Y bien, ¿qué dices? ¿Qué hacemos?

—Salir y andar de prisa—dijo Daniel levantándose y pasando á su alcoba, donde tomó sus pistolas y su capa.

Volvió a la sala y dijo á don Cándido:

—Vamos, señor.

—¿Adónde?

A salvarnos de la persecución de Gaete, porque estos no son momentos de vivir con gente á las espaldas.