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— Superior I —Estoy escribiendo mis memorias.

—Magnifico.

—Desde antes de nacer.

— Cómo! ¿escribía usted sus obras antes de nacer?

—No; cuento mi historia desde esa época, porque mi madre me refirió que desde que estaba embarazada de cinco meses, ya le saltaba en el vientre, hasta el extremo de no dejarla dormir. Naci llena de pelo, y desde que tuve un año, ya hablaba de corrido. No hay pasión porque no haya pasado en el curso de mi vida, y tengo un cajón de la cómoda lleno de cartas y rulos de pelo.

—¿Y el señor Rivera no anda por ese lado?

Toma! cuando le quiero hacer rabiar, y él está viendo la calavera...

—¿Qué?

—Sí, pues, hombre. Una calavera vieja que tiene en su cuarto, y en la que se pone á estudiar no sé qué cosa8.

461 —Pues como le decía: cuando lo siento en su suarto, ¿sabe lo que hago?

—Vamos á ver.

—Entreabro la puerta de su cuarto para que me vea por la rendija, y yo abro le cómoda y empiezo á sacar las cartas y á leer en el primer rengión de cada una:

Mi querida Mercedes.

Idolo de mi vida.

Mi adorada Merceditas.

Merceditas de todo mi corazón.

Incomparable Mercedes.

Merceditus, luz de mis ojos.

Mi Mercedes, estralla de mi vida.

Rubiecita de toda mi alma,