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cientes sobre Daniel.—Es lo único que yo no les perdonaré á los enemigos de mi padre: que hayan hecho pedazos mi reputacin de mujor, por espíritu de venganza política. Y qué calumnia, Dios mio —exclamó Manuela llevando la mano á sus vivísimos ojos.

Las conversaciones de los grupos eran tan animadas, que el diálogo de los dos jóvenes no era advertido, sino espiado de vez en cuando por las miradas de doña María Josefa y de Mariño.

—El tiempo ha de desvanecer todo eso, amiga mia—dijo Daniel con un tono de voz tam insinuante y tierno, que Manuela no pudo menos de darle las gracias con una mirada dulcísimma. — Pero el tiempo es, por el contrario, el mayor enemigo de la persona de quien hablamos.

Cómo? Expliquelo usted.

—Si.

—El tiempo le hace mal, porque cada instante que pasa agrava su situación.

Pero que hoy? ¿quién es?—preguntó la joven con una prontitud propia de su carácter impaciente y vivo.

—La calumnion políticamente. La hacen aparecer como unitaria y la persiguen.

—Pero quién es?

—Amalie.

Su prima de usted?

—SI .

Y la persiguen?

—No.

G 49 Por orden de tatita?

D'e —No.

policle?

Y de quién?

AMALIA 4, TOMO III