Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/52

Esta página no ha sido corregida
— 48 —

— tiendo á cada momento con esas maldiciones que me enferman, y sobre todo, con la expresión de —un odio que yo no creo, porque toda esta gente es incapaz de pasiones? ¿Qué necesidad, además, de venir aquí mismo á atormentare la cabeza con estas cosas, impidiendo así que se me acerquen las personas de mi sexo, ó los amigos que yo quisicre?

—Es cierto, señorita—dijo Daniel con el tono más sencillo del mundo.—Es cierto; á usted le hacen falta algunas jóvenes de su edad y de su educación, que la distraigan y le hagan olvidar un momento los sobresaltos en que vive en esta épo ca terrible para todos.

Oh, cómo sería feliz entonces !

—Conozco una mujer cuyo carácter se armonizaría perfectamente con el de usted, la comprenderia y la querría.

${?

—Una mujer que simpatizó con usted desde el primer momento que la vio.

— De veras?

—Que no hay un día que no me haga algune pregunta relativa á usted.

—Oh! y quién es?

—Una mujer que es tan desgraciada, ó quizá más que usted misma.

Tan desgraciada?

—Sí.

No; no hay en el mundo ninguna más desgraciada que yo dijo Manuela exhalando un suspiro y bajando húmedos sus ojos.

—Usted siquiera no es calumniada.

—Que no soy calumniada?—exclamó Manuela alzando su cabeza y fijando sus ojos resplande-