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X CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR

Era, en efecto, Daniel Bello el que había entrado en el salón de Rosas; y después de atravesar por entre los concurrentes dando fuertes apretones de manos á derecha é izquierda fué a hacer sus reverencias á Manuela y á las federales damas de su corte.

Daniel llegaba vestido á la rigurosa moda de la federación; es decir, venía de chaqueta, chaleco punzó, grandes divisas y sin guantes. Pero la chaqueta estaba perfectamente cortada, con doble botonadura, y vueltas de terciopelo negro en las mangas; sus botas eran de lustroso chaml, su chaleco de rico casimir: sus manos eran delicadas, manos mujeriles puede decirse, y su cara la que le conocemos: bella, inteligente y sobre cuya sien pálida caían sus lacios y lustrosos cabellos, más obscuros que sus ojos castaños, que a veces con la luz vivisima de su mirada, parecían ser del gris semiobsouro de los ojos de Cristóbal Colón, según nos los describe el hijo del célebre Almirante. Y todas estas condiciones reunidas eran más que suficientes para que Daniel fuese bion recibido de las damas: damas, por otra parte, que o podían menos de mirar complacidas & aquel hermoso joven que era de los pocos que á esa época usaban el chaleco punzó de la federación.