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Y al Gobernador no lo nombra?

—No.

BALLE

—Entonces puede morirse cuando quiera.

—Sin embargo, era un buen federal.

—Y mejor borracho.

—Dice usted bien, General, y es probable que el origen de su fiebre sea de alguna tranca.

—De todos modos, si Lavalle triunfa, el diablo se había de llevar al fraile á las pocas horas.

—Y muchos con él.

A usted y á mí, por ejemplo?

—Puede ser.

—Todo puede ser.

Y no es lo peor.

Cómo, General?

—Digo que es lo psor no podamos asegurar que no triunfará.

—Cierto.

—Lavalle es arrojado.

—Pero tenemos triple número de fuerza.

—Yo he tomado el Cerrito de la Victoria con un tercio de fuerza de la que defendía su altura.

—Pero eran españoles... ¡Pues! Eran españoles. Lo que quiere decir, señor Mariño, que sabían batirse y morir peleando.

—No son menos valientes nuestros soldados.

—Lo sé. Y luego, pueden ser vencidos como lo fueron los españoles, a pesar de su valor.

—Pero la justicia está de nuestra parte.

Sobre el campo de batalla no hay justicia, señor Mariño.

—Tenemos el entusiasmo.

—Ellos también.

—De manera que...