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más que su entusiasmo, unas hermosas barbas negras.

—Pero no es época de espadas observó doña María Josefa, sino de puñal. Porque es á puñal cómo deben morir todos los inmundos salvajes asquerosos unitarios, traidores & Dios y á la Federación.

—Así es dijeron algunos.

—El puñal, esa es el arma que deben tener los buenos federales—continuó doña María Josefa.

— Cabal, el puñall—gritó Salomón.

—SI , que mueran & puñal!—repitieron otros, y todos en seguida hicieron este magnífico coro de la federación.

Apuñal, pero en el pescuezo—dijo doňa Joseta relampagueándole los ojos.

Y que el cuchillo esté mellado; con eso les duele agregó Gaetan, hombre amulatado y de una figura la más repugnante posible.

—Yo lo que siento es que los serenos tengan fusiles, porque Mariño no quiere sino fusilar á los que llevan á su suartel—dijo otro personaje de la reunión.

— Vaya, si es muy escrupuloso este Mariño!

Por eso tuvo tantos miramientos con la viudita de Barracas.

—Ha dicho muy bien la señora María Josefa:

el puñal debe ser el arma de los federales, y en adelante yo daré mis órdenes—dijo Mariño queriendo lisonjear & aquella arpía, para que no continuase.

—Que acabe el Restaurador con los que vienen, y nosotros acabaremos con los que están dentro dijo Garrigós embutido entre su alta corbata, corno era su costumbre.