Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/41

Esta página no ha sido corregida
— 37 —

—No; señor, no—replicó doña María Josefa.— Al seguro llevan preso; y mejor habría sido matarlos antes de que se fuesen.

—Cabal!—gritó Salomón.

—SI , señor, cabal—prosiguió la vicja. Y no es lo peor la clemencia de Juan Manuel, sino que cuando él da una orden de prender á algunos unitarios, los comisionados se ponen á papar moscas, y los unitarios se les escapan.

Los ojos de la vieja, chiquitos, colorados y penetrantes, se clavaron en Cuitiño, que, de pie, ú dos pasos de ella, arrojabe, una boornada del humo de su cigarro.

—Y no es lo peor tampoco que se les escapen —continuó, sino que cuando los buenos servidores de la federación les dicen dónde están escondidos, van allá y los mismos unitarice los embaucan como á muchachos.

Cuitiño se dió vuelta.

―i Qué, se va, comandante Cuitiño?

—No, señora doña María Josefa, pero yo sÅ lo que me hago.

—No siempre.

—Siempre; sí, señora. Yo sé matar unitarios y he dado pruebas de ello. Porque los unitarios son poores que perros, y yo no estoy contento sino quando vec su sangre. Pero usted está con indirectas.

—Me alegro que me haya comprendido.

—Yo sé lo que me hago.

—El comandante Cuitiño es nuestra mejor espada—dijo Garrigós.

—Así lo digo todos los días Peña pere que aprenda—dijo doña Simona González Peña, una de las más entusiastas federales, y que cstentaba,