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de la sangre, y amedrentaba á sus asesinos; cuando Daniel en el otro ángulo con el sable en su mano izquierda se defendía como un héroe; en ese momento en que dos bandidos cortaban en la sala la cabeza de Pedro, unos golpes terribles se daban en la puerta de la calle. Luisa que había ganado el zaguán, despavorida, conoce la voz de Fermín, descorre el cerrojo, y abre la puerta.

Entonces un hombre anciano, cubierto con un poncho obscuro, se precipita gritando con un poncho obscuro, se precipita gritando con una voz de trueno, pero dolorida, como la voz que es arrancada del corazón por la mano de la Naturaleza.

—Alto, alto, en nombre del Restaurador!

Y todos oyeron esta voz menos Eduardo cuya alma, en ese instante, volaba hacia Dios, y su cabeza cala sobre el seno de su Amalia, que doblú exinime su frente y quedó tendida en un lecho de sangre junto al cadáver de su esposo, de su Eduardo.

En ese instante el reloj daba las once de la noche.

—Aquí, padre mio, aquí, salve usted i Amalis—dijo Daniel al oir la voz y conocer á su padre.

Y al mismo tiempo, el joven, que había recibido otra profunda herida en la cabeza, caíaá sin voz y sin fuerzas en los brazos de su padre, que con una sola palabra había suspendido el puñal, que esa misma palabra levantara para tanta desgracia y para tanto crimen!