¿Qué?
—Que Amalia ha retirado muy insensiblemente su silla del lado de la mía.
Daniel entonces soltó una carcajada, se levantó, tomó la mano de su prima, y poniéndola entre las de Eduardo: exclamó :
¡Están impagables! Mi Florencia tendría más circunspección.
—No, no es cierto, tú no has mentido—repuso Amalia sin retirar su mano, y esperando y deseando que la acabasen de convencer.
. Pero una nueva risa de Daniel, y una mirada de Eduardo, concluyeron por hacerle conocer la chanza caprichosa del primero; y la presión de su mono, y el rayo enamorado de su tiernísima mirada, le dijeron á Eduardo que la nube de celos se había evaporado. En ese instante ella y él se cambiaban el alma en las miradas, y en el calor de sus manos se transmitian la vida.
Pero en ese instante también la voz de Imisavino á caer como un rayo en medio de los tres.
Era un grito agudo, horrible y estridente, al mismo tiempo que se vió á la niña venir despavorida por las piezas interiores, y al mismo tiempo también que se oyó un tiro en el patio, y una especie de tormenta de gritos y de pasos precipitados.
Y antes que Luisa hubiese podido decir una palabra y antes que nadie se la preguntase, todos adivinaron lo que había, y junto con la adivinación del instinto, la verdad se presentó ante ellos, á través de los vidrios del gabinete, en el fondo de las habitaciones por donde había venidla niña; pues una porción de figuras siniestras se precipitaban por el cuarto de Luisa al tocador