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la suerte un momento para nuestra común felicidad; y si Florencia estuviese á mi lado en este instante, yo sería el ser más venturoso de la tieTa... pero, en fin, he conquistado ya la mitad de inis aspiraciones. La otra... Dios dispondrá.

Era tan profunda, tan exquisita, la sensibilidad de aquellos tres jóvenes, y se identificaba tanto en cada uno la suerte de los otros, que sus impresiones de felicidad ó de dolor, de ansiedad ó melancolía, se comunicaban con un magnetismo sorprendente; y en eso instante una lágrima fugitiva, poro brotada del fondo del corazón, empañó la pupila de todos. Pero Daniel, ese carácter especial para la dominución de sí mismo, esa alma deabnegación y generosidad, que lo sacrificaba todo á la felicidad de los que amaba, concibió que era una crueldad echar una gota de pesadumbre en la copa de felicidad, que apenas llegaba á los labios de aquellos dos seres tan combatidos de la suerte, y levantándose, y abrazándolos sucesivamente, les dijo:

M Vamos, vamos, estemos contentos estos iustantes que nos deja el destino, y no pensemos sino en los días que vamos á pasar dentro de poco en Montevideo, ni hablemos do otra cosa que de ellos.

Pocos momentos después entró Pedro con la bandeja del té y fué á colocarla en una mesa del gabinete de lectura, que como se sabe, estaba entre el salón y el aposento, adonde pasó Amalia con su esposo y con su primo, habiendo antes díchole á Pedro que se retirase, pues nunca consentía que él la sirviese.

Antes de diez minutos Daniel había vuelto la alegría á sus amigos.