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mi vida que se obra en mi alma tal misterio, y á medida que pasan las horas, es más violenta y fuerte la impresión que siento! ¿Qué? ¿ni á tu lado puedo yo ser feliz?

—Angel de mi alma, es tu imaginación y nada más. Oprimido de disgustos, tu espíritu se ha llenado de sombras, que se disiparán pronto al rayo de mi amor, á la adoración á que se consagrará mi vida, velando por tu felicidad y por tu calma.

Es el aire, la luz de Buenos Aires, lo que enferma el espíritu y el cuerpo. Pero pronto estarás á mi lado, lejos de aquí.

—Si, pronto, muy pronto Eduardo. Yo no puedo vivir aquí, y en ninguna parte podré vivir sin ti.

—Viajaremos juntos.

Y por qué no desde esta noche?

Es imposible.

7 —Lo dejaré todo. Luisa y Pedro me seguirán después.

Es imposible.

Llévame, llévame, Eduardo, ¿no soy tu esposa? ¿No debo seguirte á todas partes ?

—Sí, pero no debo exponerte, luz de mis ojos.

Exponerme?

—Cualquier incidente...

Luego, tú te expones? ¡Por qué me engaan No me han dicho que hay la mayor seguridad posible?

—Es cierto, no hay peligro; pero quizás tengamos que permanecer en el río, dos, tres ó cuatro días.

Y qué me importa, si los paso contigo?

—Amalia no alteremos en nada nuestro plan.

Respetemos, de casados, todas nuestras prome.