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tre los rizos de la joven, y el chal de encajes, envuelto al acaso entre los brazos de los dos, cubrió la frente de ambos... y era el velo de la novia... y era el cendal del amor y del misterio!...

—T XIX

P EL TÁLAMO NUPOLAL

Cuando el reloj de la quinta daba las diez de la noche, Pedro abría el portón para que entrase Daniel, después de haber oído y conocido su canto en la lóbrega y solitaria calle Larga.

Y en ese momento también, una escena bien diferente tenía lugar á pocos pasos: era Amalia, que desde la primera vibración del reloj, habisestremecidose con más violencia aún que en las veces anteriores, y refugiado su cabeza en el seno de su esposo, abrazándose á él instintivamente, como si el eco del metal fuese la voz fatidica del dolor, que le viniese á anunciar una desgracia en esa mitad de su vida, en esa su vida entera, que se llamaba Eduardo.

¿Qué es esto, amado mío, esposo mío?—le preguntó al fin, derramándose de su mirade rayos de luz y de ainor, sombras de pesadumbre y de inquietud, ¿qué es esto? Es la primera vez de 1 AMALIA 22. TOMO 111