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1 — Perdón, mi Amalia, encanto angelical de mi alma, perdón... mi vida tan combatida, mi amor tan entrañable, la misma felicidad de este mo—mento, precursora de la vida encantada que me espera á tu lado, todo conspiró é intrigó mi espíritu!... ¡perdón, perdón!

Y atrayéndola hacia su seno, levantando los rizos que vagaban desordenados sobre su frente, apagaba con sus besos las luces de sus ojos y contaba en sus labios los latidos de sus sienes.

Ella, entretanto, decía al bien amado de su alma:

—Esta es la primera vez de mi vida que yo he amado. Es ésta mi primera pasión, mi primer himeneo, mi primer día, mi primera dicha.

— Amalia 1 —Desgracias, el silencio y la orfandad de mi vida, todo lo olvido, Eduardo. Hoy comienza mi vida por ti, en ti, para ti. Y si algo temía, si algo me retrata, era el miedo, esa visión terrible que me persigue siempre, haciéndome ver que en mi destino hay el veneno del infortunio, que mata, ó hace la desgracia de cuantos me aman; y si ho cerrado mis ojos á mi estrella, es porque sólo con mi mano puedo comprar tu alejamiento de aquísin eso, yo habría sacrificado esta felicidad que ahora me abruna, estos siglos de ventura que vivo en este momento, por no tener el temor siquiera de originarte un minuto de mal... ¡¡¡mira si te amo!!!

Oh, es mucha, es mucha felicidad para un solo corazón !...

Y la luz de la lámpara se amortiguaba; las hojas de la rosa blanca se desprendían y caían en.