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El curd se va, y yo también.

— Tú?

—Si, madame Belgrano, yo; porque estoy destinado á no estar quieto en un solo lugar, porque llegue á estar quieto, en Montevideo, su marido de usted.

—Pero ¿qué hay? ¡Dios mio! ¿qué hay? no no nos bas dicho que estarías con nosotros hasta el momento de embarcarse?

—Sí, pero por eso mismo tengo que salir un momento. Oyeme; sabes que el punto de ebarco es en la Boca, por lo mismo que nadie puede pensarlo; pero hemos quedado con Douglas en vernos de las nueve á las diez, on una de las cesillas de madera que hay en el puerto, por si acaso hubiese ocurrido alguna novedad que hiciese necesario cambiar algo el plan; y como el inglés es más puntual que un inglés, estoy seguro que antee de un cuarto de hora está en la casilla, porque ya van á dar las nueve. Dentro de una hora es taré de vuelta; y, entretanto, Fermín, que hace de cochero, va á levar al cura, y volverá á cabalo, con el mío del diestro para mi vuelta.

Y para ir á la Boce?—preguntó Amalia que estaba pendiente de los labios de Daniel.

—No, cuando vayamos con Eduardo iremios á pie.

— A pie?

—Sí, porque pasaremos por entre las quintas de Somellera y de Brown, y después iremos por el Bañado, tan seguros como si estuviéramos en Londres.

—5, si, me parece mejor—respondió Amalia, —poro irás con Fermín y con Pedro.

No, iremos los dos, déjame hacer. Ahora es sid