verdaderamente admirados, y tan cierto, que ereo ser esta la primera vez que he mirado á una mujer como miro é cierta otra, á quien...
A quien yo escribiré tal novedad esta misma noche.
Bien, y yo... yo... yo hago esto—y, á medidaque hablaba, fuese acercando hasta que, tomando de súbito á su prima, le imprimió un beso en la frente, y saltando como un niño á cuatro pasos de ella, le dijo: ahora hablemos con seriedad.
—Sí, ya es tiempo, atrevido—le contestó Amalia con su sonrisa celestial.
—Eduardo está ahí..
—Y yo aquí.
—Y yo también: porque ya no me falta sino casarme por ustedes.
—No sería conmigo.
—Y harfas bien. Está el cura, y es necesario que no esté ni diez minutos.
" —¿Y por qué?
—Porque para estar él es necesario que esté el coche á la puerta.
Y bien?
—Y bien? Una partida puede pasar; el coche le llamará la atención; espiará; y...
—Ah, sf, sf... lo comprendo todo... vamos, Daniel... pero...y Amalia apoyó su mano en una mesa.
—¿Pero qué?
—No sé... quisiera reirme de mí misma, y tampoco puedo... no sé lo que tiene mi corazón..pero...
—Vamos, Amalia.
—Vamos, Daniel.
Y el joven tomó la mano de su prima, la enla-