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guerras civiles consiguientes, la reacción pocial tronaba como una tempestad espantosa en los horizontes del Plata; y en un momento cu que ciertos malhadados sucesos de nuestra historia tan dramática dejaron desierta la escena, todos los principios reaccionarios de la revolución aparecieron en ella personificados maravillosamente bien en un solo hombre, como sucede siempre en los grandes movimientos sociales, prósperos ó adversos para la humanidad, en que Dios ó el demonio hacen de todas las ideas y de todos los instintos una sola masa en forma humana, cuyo destino es representar el bien ó el mal, según sean los elementos de que se ha formado su vida.

Ese hombre era Rosas.

Rosas, que era el mejor gaucho en todo sentido, que reunía a su educación y á sus propensiones salvajes todos los vicios de la civilización, porque sabía hablar, mentir y alucinar.

La reacción había estallado; y personificada en él, él debía serle fiel, porque el dia que le hiciese traición, los sacerdotes sacrificarían el ídolo. Y fiel á su origen y á la misión que acepta, da al gaucho, á sus ideas y á sus hábitos, el predominio de la sociedad bonaerensc, luego que se asegura con el triunfo el imperio de la reacción.

Sorprendida Buenos Aires, tiene que soportar esa imposición terrible de la fuerza. Ya no era la cuestión de unitarios y federales: eran la civilización y la barbarie las que quedaron para disputar más tarde su predominio. Entretanto, con la derrota de los unitarios, la civilización quedó vencida temporariamente, porque el mismo partido federal, como reprosentante de un principio político, quedó postrado por el triunfo del caudillo