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das las clases de la sociedad eus representantes, su expresión y sus intereses; y la reacción se hizo sentir, primero, en las rebeliones parciales, después, en las distintas pretensiones de provincia, y, últimamente, en el pronunciamiento espontáneo y franco del pueblo semisalvaje de las florestas, restaurando el absolutismo y la ignorancia de sus abuelos y bisabuelos, contra la clase ilustrada de las ciudades, que representaba el principio civilizador.

Ibarra, Bustos, López, Quiroga, de una parte; Rivadavia y los congresales de la otra, no eran sino las peripecias de esa guerra sorda, pero gigantesca, que se disputaba en la República el triunfo de principios y de cosas diametralmente opuestos, como lo eran la tradición colonial y la innovación revolucionaria.

La historia de las revoluciones sociales en el mundo es el tratado de lógica.más perfecto á tales causas han de suceder tales efectos. Y el gran trastomo que sufría aquí el principio monárquico, la improvisación de una República donde no había ni ilustración ni virtudes para conservarla, y la implantación repentina de ideas y de hábitos civilizados en pueblos acostumbrados á la cómoda inercia de la ignorancia, eran una utopla magnifica pero impracticable, con la cual la barbarie daría en tierra, hasta que una enseñanza más prolija, en la escuela misma de las desgracias públicas, crease una generación que la levantase y la pusiese en práctica: tal cosa debía suceder, y así ha sucedido, por desgracia.

Durante las ideas y los hombres se disputaban intereses locales y transitorios en la época en que se constitua la República y al amparo de las