Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/309

Esta página no ha sido corregida
— 305 —

broma, mi querido señor don Cándido: usted tiene que volverse conmigo.

—No, no iré, ni tienes ya derecho ninguno sobre mí, pues estoy en territorio extraño. Aquí pasaré mi vida, cuidando de la importante salud de este hombro benemérito, y á quien amo ya extrañablemente.

—No, señor don Cándido, vaya usted con Daniel—repuso Eduardo,—recuerde usted que tieno que hacer mañana.

—Es inútil, no me voy. Y desde. este momento quedan cortadas todas nuestras reluciones.

Daniel se levantó, y llamando aparte á don Cándido, tuvo con él un diálogo vivisimo, para reducirlo á volver al coche. Pero todo habría sido inútil, si el joven no hubiese mezclado á las amenazas la promesa de dejarlo en completa libertad para volver á los Estados Unidos, tan pronto como le hiciese conocer algo que necesitaba saber de casa del Gobernador delegado.

—Por últimc—decía don Cándido al terminar sus condiciones, será condición expresa que dormiré esta noche en tu casa, y mañana, si mañana mismo no me vengo á esta hospitalaria y garantida mansión.

—Convenido.

—Señor cónsul—prosiguió don Cándido volvióndose á Mr. Slade, no puedo tener desde esta noche el honor, el placer, la satisfacción de ver sobre mi cabeza el inclito pabellón norteamericano.

Pero voy á hacer cuanto de mí dependa por estar aquí mañana.

—Bueno—contestó Slade.—Yo no lo he de en tregar & usted, sino muerto.

AMALIA 20.—TOMO III