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—w qué mantener á tanta gente. Pero aqui están la casa y la bandera de los Estados Unidos. (1) —Bien, nada, nada nos faltará. Nos basta sólo la protección de usted, noble, franco y leal descondiente de Washington, porque yo también aquí me quedo—dijo don Cándido alzando su cabeza y dando con el bastón en el suelo, con tal seriedad y decisión, que Daniel y Eduardo se iniraron y no pudieron contener una carcajada, lo que obligó á Daniel & dirigirse en inglés al señor Slade para darle una idea de la persona y del ca rácter de su maestro. Y esta ligera relación llevó de tal modo el buen humor al espíritu del sencillo Slade, que no pudo menos de echar él mismo un poco de coñac y beber con don Cándido, diciéndole:

—Desde hoy está usted hajo la protección de los Estados Unidos, y si lo matan á usted, he de hacer que arda Buenos Aires.

—Yo no acepto esa hipótesis, señor cónsul; y preferiría que Buenos Aires ardieso primero, DO

que primero me matasen y después ardiese.

Vamos dijo Daniel, todo esto no es sino (1) En algunas de las publicaciones de la época se encuentra la torpo y calumniosa acusación é este noble ciudano de los Estados Unidos, do que vendía la protección quo daba. Esto Ms falso á ingrato. El señor Slade era pobre. Acababa do enviar á su familia á los Estados Unidos porno poder sostenerla en Buenos Ai ires; y se encontró do repente con cionto y tautos hués conti los de y ante no tenia son qué mantenerlos on més de cuarenta días que alli estuvieran, se hizo suscripción entre los : asilados para dar asl. mayordomo lo necesario para la comida do Lanta gente.

Y muchos habia alli que nada dioron porque nada tenían quo dar. El señor Slado no rucogió un real de la protección quo dispensaba, y on todo el cuerpo diplomático y consular nadie hubo que fuese un sambra siquiera del noblo y generoso procader del cónsul do los Estados Unidos.