Página:Amalia - Tomo III (1909).pdf/307

Esta página no ha sido corregida
— 303 —

lor comprimidos, que brotó súbitumento de sus ojos.

L —Bien, Mr. Slade—continuó Daniel, no somos los tres los que veníamos á pedir asilo, sino únicamente aquel caballero que se ha levantado, y que es uno de los jóvenes más distinguidos de nuestro país, y que se ve actualmente perseguido.

No sé si yo también tendré que buscar más tarde esta protección, pero por ahora sólo la buscábamos para el señor Belgrano, sobrino de uno de los primeros hombres de la guerra de nuestra Independencia.

— Ah, bueno! Aquí están los Estados Unidos.

Y no se atreverían á entrar aquí?—pregunid don Cándido?

— Quién? y al hacer esta interrogación, el señor Slade funció las cejas, miró á don Cándido, y luego se rió.—Yo soy muy amigo del general Rosas continuó.—Si él me pregunta quiénes están aquí, yo se lo diré. Pero si manda sacarlos por fuerze, yo tengo aquéLo, y señaló una mesa donde había un rifle, dos pistolas de tiro y un gran cuchillo, y allí tengo la bandera de los Estados Unidos—y levantó su mano señalando el techo de la casa.

—Y á mí para ayudarle á usted—dijo Eduardo, que volvía de la ventana.

—Bueno, gracias. Con usted son veinte.

Tiene usted veinte hombres en su casa?

—Sí, veinte refugiados.

¿Aquí?

—Sí, en las otras piezas y en el piso de arriba, yre han hablado por más de cien.

—¡Ahl —Que vengan todos. Yo no tengo camas ni con