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camino de la revolución social, y todas las tradiciones de la colonia son tumbadas por la mano de la República. Los grandes principios se fundan y se practican á la vez. La República, el Gobierno representativo, el ministerio responsable, el sistema electoral, la libertad de la conciencia, del pensamiento, del comercio; la igualdad democrática, la inviolabilidad de los derechos: todo, en fin, cuanto la revolución europea tenía de más santo, de más social, lo canoniza para sí la revolución del Plata. Y á la luz de este brillante día que se levantaba sobre sus olas, surgieron de la revolución esas cabezas chispeantes de genio que hicieron el honor y la gloria de la República, no menos grandes que el honor y la gloria que conquistaba con sus armas sobre los campos de batalla.

Pero dos grandes principios de resistencia debían encontrarse de frente con la reforma social, y desde sus primeros días se le presentaron, en efecto, disfrazados hajo distintos modos.

De una parte, el sistema de gobierno republicano qué la revolución improvisaba, debía resentir los hábitos monárquicos de una sociedad nacida y educada bajo la monarquía absoluta.

De otra parte, la innovación civilizadora debía despertar las susceptibilidades del pueblo colonial atrasado, ignorante y apegado á sus tradiciones seculares.

Y esa reacción franca, ingenua, inevitable, que sucede á las grandes innovaciones sociales cuando se obran sobre pueblos no preparados para ellas, debía estallar y estalló, en efecto, en la República.

De otro lado, la revolución había creado en to-